El Duelo : El dolor de la pérdida

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El Duelo: El dolor de la pérdida
Aquí estamos de nuevo para hablar de un tema doloroso y triste, a veces tabú: la muerte. En este caso hablaremos de duelo en relación a la muerte de un ser querido pero en otras entradas os explicaré como este fenómeno se realiza también con cualquier tipo de pérdida variando intensidad.
Para hablar de pérdida es muy necesario hablar primero de apego. Uno de los autores que más y mejor han hablado de ello es J.Bowlby con su famosa teoría del apego. A grandes rasgos podemos decir que el apego es establecer fuertes lazos emocionales con otras personas para cubrir las necesidades de seguridad y protección. al mismo tiempo son una manera de entender las fuertes reacciones emocionales que se producen cuando dichos lazos se ven amenazados o se rompen.

Una idea básica sobre la pérdida de un ser querido es que psicológicamente el daño es igual a herirse o quemarse gravemente en el plano fisiológico. Entonces el proceso de duelo sería el proceso de curación y la reestructuración de las emociones y la nueva situación.

Dividimos el duelo en cuatro tareas a realizar:

1. Aceptar la realidad de la pérdida
2. Trabajar las emociones y el dolor de esa pérdida
3. Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente
4. Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo

 

Evidentemente son tareas costosas y duras dónde la persona debe realizar un gran trabajo para volverse a equilibrar. A veces con ayuda de un terapeuta y otras veces no. Pero cuidado, no ir a un terapeuta en esta etapa vital porque tapemos ese dolor y sigamos adelante no significa en ningún caso haber desarrollado el duelo con éxito. Y entonces si con toda certeza en algún momento de la vida nos saldrá como algo mucho peor de trabajar.
Durante la tarea uno, nos encontramos a personas en una clara fase de negación de la pérdida. En una lucha constante con la realidad. Es importante que esa lucha cambie la trayectoria y batalle contra la negación porque el primer paso para sanar es derrumbarse quizás pero enfrentar la realidad de la marcha de esa persona. Ayudan mucho en esta tarea los rituales, como el entierro para hacernos conscientes y generar la despedida. Incluso el mismo sistema cognitivo nos intenta equilibrar, cuando soñamos con el fallecido y al despertar valoramos el contraste con la realidad.
En relación a la tarea dos debemos reconocer primero ese dolor, físico, emocional, cognitivo… y ponerlo delante para trabajarlo. Aquí hablamos del desahogo, de llorar, de enfadarse… y cuidado porque aquí nos encontramos con una cultura, (la nuestra) que impide muchas veces esta tarea.
La impiden porque les es molesto y les incomoda el llanto, la expresión de dolor, y utilizan frases, como «no llores», «todo pasa»… está mal visto abandonarse al dolor y realizan una contención a veces inapropiada. En esta tarea también encontramos personas que bloquean el dolor0, los sentimientos, idealizan al fallecido y se pueden abocar a algún tipo de adicción como el alcohol, las drogas…algunas personas que no están dispuestas a experimentar el dolor buscan una cura geográfica, cambiando su entorno siendo lo opuesto a desbloquear emociones.

Bowlby, expone «antes o después aquellos que evitan todo duelo consciente, sufren un colapso. Habitualmente con alguna forma de depresión.»

En la fase tres, nos encontramos con el cambio, con la reorganización del rol a causa de la ausencia del fallecido. Hay que asumir y enfrentarse a los retos de la vida sin esa persona y sin las funciones que esa persona cubría. Un ejemplo sería en la pérdida de la pareja, dónde también se puede perder a la pareja sexual, al compañero, al que llevaba las cuentas, al cuidador y educador de los hijos… Entonces la persona que sobrevive no es consciente de todos los roles que quedan vacíos y que debe suplir. El problema que nos encontramos aquí es que cuando la persona debe enfrentarse a todos esos roles vacíos y no llega, se puede sentir inadecuado, inútil que pueden mermar la autoestima. Es probable que aquí también empecemos a cuestionarnos creencias, valores, el sentido de la vida… Esto debe recolocarse con mucho cuidado para no caer en una lucha con un@ mism@ y estancar el duelo.

Y por último en la fase cuatro, aceptamos no renunciar nunca al fallecido pero si recolocarlo dentro nuestro, darle su sitio. No mantener el apego del pasado, es una tarea muy difícil dónde se sufre mucho pero muy necesaria. Debemos colocar al fallecido en un rincón donde podamos siempre acceder a él/ella y compartir momentos importantes pero seguir andando.

El duelo se acaba cuando se piensa en el fallecido sin dolor, aunque haya melancolía y tristeza. Así puede invertir tus emociones en la vida y en los vivos.

Beatriz Rodríguez Batlle

Nº Col. 20093

Psicóloga especializada en Clínica de Adultos y Terapia de Pareja.