Los deportistas también pueden padecer trastornos, independientemente a su actividad deportiva como podría ser un deportista con trastorno de personalidad o depresión, así como relacionados con su práctica, como podrían ser trastornos de alimentación o somatizaciones.
La evitación, se convierte en un mecanismo patológico cuando el deportista elude compromisos deportivos o abandona el deporte, motivados por lesiones (que tampoco se esfuerzan por recuperar), malestar o alguna otra excusa de peso, es decir, excusas aceptables, que les permiten encubrir estados de ansiedad y estrés elevados.
Estos mecanismos les hace todavía más vulnerables afectando la autoestima e inseguridad. Si bien se utiliza el escape al no disponer de recursos para tolerar la adversidad, se refuerza y consolida este comportamiento que no permite adquirir nuevos medios para controlar y superar la situación. Esto hace que el deportista entre en una dinámica donde su funcionamiento deportivo deja de ser normal y por lo tanto su carrera se va deteriorando.
La evitación puede llegar al razonamiento, autoconvenciéndose con argumentos que ocultan la sensación de fracaso (por ejemplo, “ya he dado todo lo que tenía que dar, ahora es momento para dar paso a gente más joven” o “este no es mi futuro, debo centrarme en otras cosas”) o ignorando todo aquello que pueda poner en juego su autoestima (como no darle importancia), pero en caso contrario, el deterioro puede llegar a generalizarse a otros ámbitos de su vida, lo que provocará que sea más vulnerable a sufrir trastornos psicopatológicos como por ejemplo depresión o ansiedad.
Es interesante poder comprender el entorno, la motivación y el significado que el deporte tiene para esa persona, sus habilidades reales y recursos disponibles, para ajustar al máximo las expectativas sobre el rendimiento, tanto del deportista, como de los entrenadores y familiares.
¿Cómo prevenirlo?
- Fomentar una adecuada recuperación del desgaste físico y psicológico, ya que el agotamiento es una de las variables que provoca, no sólo una bajada en el rendimiento y riesgo de lesión, sino que estas pueden ser debidas al estrés, ansiedad, síntomas depresivos, etc.
- Hacer una buena planificación de la temporada, con sus periodos de entreno, competiciones y descansos. A menudo se infravaloran las pausas, días y periodos de descanso, sin tener en cuenta que a veces “menos es más”, y la recuperación es una parte fundamental del entrenamiento.
- Aprender a utilizar técnicas de relajación (respiración, Relajación muscular progresiva u otras) que ayuden a reducir tensión y mejorar la calidad y horas del sueño. Las técnicas de relajación suelen usarse cuando hay problemas de estrés, olvidando su gran papel como hábito (quizás diario) a modo de prevención.
- Desconectar mediante otras técnicas cognitivas, como por ejemplo usar la parada del pensamiento, ante temas relacionados con su actividad deportiva, para dar paso a otros pensamientos y actividades.
Los trastornos psicopatológicos pueden prevenirse y tratarse mediante el control de todo aquello que puede afectar al deportista y puede aumentar su vulnerabilidad
- Fortalecer la motivación básica y cotidiana: será importante tener una orientación hacia la tarea en gran medida, es decir, centrarse en dominar la técnica o actividad, fijarse en pequeños logros y superación personales, que nos darán mayor satisfacción ante lo que estamos haciendo (por ejemplo marcarse pequeños objetivos relacionados con la cadencia de pedaleo, que irán aumentando su complejidad progresivamente).
- Controlar el estrés. Además de practicar técnicas de relajación, podremos gestionar el estrés modificando creencias rígidas (por ejemplo “tengo que”), modificando variables del ambiente (gestionar posibles temas relacionados con el público, RRSS, medios de comunicación, horarios, desplazamientos, etc.), modificando el estilo de afrontamiento, por ejemplo haciendo una reinterpretación positiva de las situaciones o centrándose en la solución del problema (interpretando los cambios y dificultades como oportunidades y retos), mejorando los apoyos, y entrenando en habilidades como por ejemplo la comunicación positiva o la asertividad, que nos permitirá saber rechazar y no saturarnos de cosas prescindibles, así como poder expresarnos con claridad sobre nuestras sensaciones, pensamientos o dudas y emociones. Algo fundamental sobre todo a la hora de comunicarse, por ejemplo con el entrenador.
- Fortalecer la autoconfianza. Poder sentir que controlamos en gran medida la situación/actividades nos permitirá tener más seguridad y confianza, que si achacamos todo a la suerte o tenemos la sensación de no dominar nada. Esto se puede desarrollar mediante el planteamiento de objetivos de realización, Un sistema para evaluar el rendimiento de manera objetiva, fomentar experiencias de éxito y fracaso controlados, buscando actividades donde el dominio asegure un buen resultado, así como experimentar situaciones de las que aprender y realizar una crítica constructiva.
- Planificar la competición, trabajando previamente un plan sobre posibles adversidades y soluciones que pueden ocurrir (permitiendo prevenir y actuar con confianza, ya que deja visibles todos los recursos y alternativas disponibles), incluso ensayando la actividad en simulación de las condiciones de competición (provocando mayor estrés con público o un marcador adverso)
Tu rendimiento no mide tu valor personal
- Proteger la autoestima. Evita vincular el rendimiento deportivo al valor personal, es decir, perder no significa no ser bueno, o no conseguir determinado movimiento ni significa ser un desastre y no valer para nada. Otra forma, no menos importante, será fortalecer su autoestima en otras áreas no deportivas (resaltando sus fortalezas como persona, así como en los estudios, ocio, trabajo, etc.)
- Manejar estrategias de afrontamiento, tal como lo expuesto anteriormente, disponer de un buen repertorio de estrategias de afrontamiento será clave para la prevención de psicopatologías. Poder soportar la presión a través de una visión positiva y dirigida hacia la solución de problemas, conocer, expresar y regular emociones (trabajar la Inteligencia emocional), ser asertivo, saber utilizar técnicas de respiración en momentos oportunos, etc.
- Controlar habilidades para la solución de problemas específicos, que pueden interferir directamente con la actividad como pueden ser la fatiga y sobrecarga de horarios-desplazamientos-actividades (deportivas y no deportivas), el control del peso, dificultad para relacionarse o malas relaciones, malos hábitos, etc. Por ejemplo será adecuado trabajar la planificación y organización, la adquisición de hábitos de vida saludables, el entreno en autocontrol o de nuevo la asertividad y comunicación (habilidades sociales).
- Tener un estilo flexible y abierto de comportamiento cognitivo, es decir, tratar de eliminar pensamientos y creencias rígidas que llevan a interpretaciones erróneas y pesimistas. Mediante la reestructuración cognitiva o un trabajo basado en evidencias, habilidades sociales que permitan preguntar y plantear dudas antes de hacer una interpretación sesgada, así como la búsqueda del reto y oportunidades ante las dificultades.
¿Quién puede ayudar?
Psicólogo clínico y deportivo podrían ser la misma persona, pero es fundamental tener en cuenta que, para tratar un trastorno psicopatológico, el psicólogo debe estar especializado en la materia.
Como tal, el rol del psicólogo deportivo, sería trabajar sobre el rendimiento deportivo, y en relación con los trastornos psicopatológicos trabajar desde la prevención y su detección. La prevención se realizará a través de la gestión del estrés y la ansiedad, controlando la presión deportiva, la afectación emocional de las lesiones, la planificación del calendario y tiempo de entrenos-descansos, trabajando la autoestima, así como distintas habilidades comentadas anteriormente que permitan un buen desarrollo tanto deportivo como personal.
Cuando el caso es derivado a un psicólogo clínico, será importante evaluar la posibilidad de hacer un trabajo conjunto, siendo fundamental la comunicación entre ambos para seguir una misma línea de trabajo. Por ejemplo, mientras el psicólogo clínico trabaja la autoimagen del deportista en un caso de trastorno alimentario, el psicólogo deportivo puede trabajar con la prevención de la presión deportiva.
En otros casos, dada la situación, será adecuado que el mismo psicólogo deportivo intervenga sobre determinados trastornos, siempre y cuando estos no sobrepasen sus competencias, con tal de facilitar el acceso del deportista a la intervención, reduciendo costes y complejidad logística (horarios/desplazamientos).
RAQUEL DEL ÁGUILA
Psicóloga especializada en deporte y coach Nº Col. 20020
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