A veces pensamos que no podemos decidir, pero lo hacemos continuamente.

Decidimos cada cosa que pasa, que hacemos, que sentimos, que queremos y que no queremos. Pero decidimos.

Muchas veces en terapia escucho: » es que no tengo opción» «es que sólo puedo hacer esto» «no puedo decidir»… en definitiva estoy significa: «no me gusta, no me apetece, no quiero ninguna de las opciones que ahora tengo por delante. Por múltiples razones, no quiero sufrir, me bloquea la situación, no sé cómo poner límites, me supone mucho trabajo cambiar ahora y puede que no esté dispuesta o dispuesto a hacerlo.

 

A esto añadimos que aunque tengamos muy clara una decisión es muy difícil saber con exactitud hacia dónde nos llevará. Puede que en el momento de la decisión se nos presenten ciertas expectativas y planes muy positivos, pero que después debido a numerosas variables que quizás no hemos contemplado, nos lleven por otro camino. Echando por la borda esas grandes expectativas o planes que habíamos diseñado.

 

Decidir significa estar vivo, significa caminar, significa diseñar un camino.

 

Decidir no és fácil, y menos cuando las opciones son complejas o difíciles en el presente. Pero decidir es vivir, vivir sin decidir es no estar en tú vida, que en sí misma también es una decisión.

Dejarse llevar, sufrir en el antes y el después, sentir que nada te ilusiona, que nada merece la pena. Tirar la toalla y convencerte de que es lo que te ha tocado, de que no se puede cambiar el destino  y que estamos indefensos ante lo que nos suceda. Eso es no decidir, quedarse a la deriva.

Y esto también es una decisión: No hacer nada.

Cuando veo pacientes estancados, pasivos, decididos a no decidir intento averiguar dos cosas, la primera porque ha decidido venir a terapia y la segunda el tiempo que lleva en esa situación.

Eso solo es el inicio pero me pueden mostrar cosas importantes como su forma de decidir, bajo que circunstancias y la dificultad que presenta en dirigirse a la acción, en hacer algo.

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Ya sabemos que no existe la perfección pero cuando se trata de decidir, lo olvidamos. Y buscamos la decisión perfecta parece algo ilógico pero muchas veces es así.

Nunca una decisión se divide en lo que es perfecto y lo que no. Por eso es necesario hacer una valoración a veces abstracta de nuestra elección, siempre adornada de incertidumbre.

Como nos cuesta vivir con la incertidumbre (a mi la primera)  pero que necesario es, para no perder la perspectiva de la realidad.

 

Beatriz Rodríguez Batlle

Psicologa Clínica especialista en Adultos, terapia de pareja y sexual.  Col. número 20093

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