LA IMPORTANCIA DE HABLAR DE LAS EMOCIONES

En muchas ocasiones hay familias que todavía tienen como tabú el hecho de hablar de las emociones abiertamente, ya sea por el miedo al qué dirán o a mostrar una parte de ellos que no quieren enseñar, por vergüenza o simplemente porque no lo han naturalizado tanto como otras familias.

Para que los niños y niñas tengan una buena inteligencia emocional desde pequeños, el primer paso que se debe hacer es normalizar y validad estas emociones que día tras día cada persona va experimentando, ya que se ha visto que cuando esta emoción se comparte con alguien de confianza, se acostumbra a sentir un alivio interior satisfactorio.

Los más pequeños, que todavía están aprendiendo el vocabulario emocional, necesitan que sus padres hablen de las emociones abiertamente y los ayuden a reconocer como se sienten en cada ocasión, etiquetando la emoción tanto positiva como negativa, como, por ejemplo: “Qué contento estás, ¿verdad?” o “Veo que esto que ha pasado te ha enfadado”. Además, los padres también deberán ayudar a los hijos e hijas a entrenarlos en saber gestionar correctamente cada emoción. Hay niños y niñas que tienen dificultades en gestionar adecuadamente las emociones negativas, sobretodo el enfado, la rabia, la frustración y la tristeza. Serán los padres los que a través del ejemplo les explicarán diferentes situaciones que han vivido que les han provocado un sentimiento determinado. También les explicarán a sus hijos e hijas como han actuado, eso les servirá de modelo y les ayudará a tener un gran abanico de recursos i maneras de gestionar cada emoción cuando ellos se sientan de esta manera.

Los niños y niñas deben aprender a gestionar las emociones y esto requiere un aprendizaje y entrenamiento. Es por esto, que tiene derecho a equivocarse, a intentar probar y los padres deben ir ofreciendo el modelo adecuado frente a las emociones y reforzando positivamente cuando el niño/a actúe correctamente, como por ejemplo cuando un niño/a pierde la partida en un juego y no se enfada como en otras ocasiones ha hecho, se le podrá decir: “¡Qué bien te has controlado, aunque has perdido la partida!”.

Los padres deben empatizar con las emociones que experimentan sus hijos e hijas, poniéndose en su piel y haciéndoles saber que entienden como se sienten. Por eso es tan importante que como padres puedan ofrecer un espacio y/o momento del día donde tanto padres como hijos puedan expresar libremente los sentimientos que han vivido durante el día, tanto positivos como negativos. Una buena ocasión puede ser la hora de cenar o incluso antes de ir a dormir, momento donde muchos niños y niñas se relajan y exteriorizan muchas cosas.

En estas ocasiones, los hijos e hijas se deben sentir comprendidos y apoyados por sus padres y sobretodo no juzgados en ningún momento, simplemente mostrarnos cercanos y ayudarlos a una mayor gestión de la emoción buscando una alternativa entre todos a la respuesta dada.

 

ELISABET VILA FARRÉS

Psicóloga clínica Infantojuvenil

Núm. col. 20360

 

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